Quadrivium.

Dimensiones submarinas.

Dimensiones aéreas

Materia prima.

Tesoros que no llevaron reyes, que no adornaron palacios. Tesoros que de la lluvia se guarecen con sus paraguas de óxido.

Más dimensiones del cobre.

Las dimensiones del cobre.

Los cuerpos danzan, los brazos vuelan, los suelos tiemblan. De las profundidades asoman retorcidas formas de luz persiguiendo los gestos de las gráciles criaturas. Los metales lloran por no poder acompañar a los vivos en su tenue devenir, con lágrimas que tardan eones en caer.

La cuarta dimensión.

Dicen que la cuarta dimensión del espacio es la Duración. Teniendo esto en cuenta lo que en la vida ordinaria entendemos como "movimiento" no serían más que proyecciones tridimensionales de un cuerpo, como las capas de una tomografía, que no definen el objeto en sí sino que muestran una proyección instantánea. Esto plantearía cualquier movimiento como parte de un objeto único, que en la cuarta dimensión se extiende desde su nacimiento hasta su desaparición. Sin embargo no podemos percibir esta forma contínua casi perfecta, nos conformamos con sus cortes tridimensionales y la inseguridad de lo que vendrá después.
Sin embargo, ¿podemos imaginar estos cuerpos? Podemos intentarlo.


Fotos tras el salto.

Cosmos vacacional.

Este último queda inacabado a mi pesar, pero con intenciones de ser concluido en algún momento.

Saltos y Pisadas (o Dai II los inicios)

Dimos los primeros pasos temborosos, niños regordetes de piernas cortas que apenas sí se tienen en pie agarrándose a las patas de los muebles. Pusimos un talón frente al otro, luego la planta entera, y lanzamos el otro pie hacia delante en lo que fue el primero de muchos pasos. Y antes de dar el tercero ya queríamos correr, y antes de correr ya queríamos echar el vuelo.
Dimos los primeros pasos temblorosos, y antes de darnos cuenta hicimos un echappé y nos lanzamos al vacío. Y en el vacío creímos que podíamos volar, ahora no dependíamos de nuestros pies ni de nuestras débiles piernas como medio de alcanzar el infinito. Ahora éramos el medio, en todo nuestro ser, con todo nuestro cuerpo, y el único obstáculo entre el infinito o la mortal caída eramos nosotros.